
16 Dic ‘Hazañas bélicas’: reedición y crónica de un regreso
Triple reencuentro: en casa, en las tablas y entre el escenario y la platea, todo de una tacada para celebrar el 40 aniversario de Hazañas Bélicas. La llamada a revisitar en directo el que fue el debut discográfico del grupo langreano Stukas -también el primer álbum de rock lanzado por la entonces imberbe Sociedad Fonográfica Asturiana- apeló al corazón de unas cuantas quintas de langreanos que abarrotaron el Nuevo Teatro de La Felguera el pasado 9 de diciembre. El motivo, la reedición en vinilo del emblemático LP y el estreno del documental que narra la gestación e impacto de un disco que, desde su misma salida al mercado en 1981, devino en clásico instantáneo del pop español de aquellos años.
El tiempo pasa pero las emociones siguen intactas entre los surcos del álbum. “Pólvora”, “Atrapado”, “El perdedor”, “Esperando por ti”, “Yonqui”, “Malvada Sadie” o “Mercado Persa” son canciones que quien más quien menos conoció, cantó y bailó en más de una y de dos ocasiones durante todos estos años. Estaban desde luego en la memoria de los asistentes y todas ellas sonaron en la actuación que protagonizaron los tres supervivientes de la formación que grabó el disco: Carlos Martagón, Lito Ferreira y Félix Sánchez. Con el sentimiento cómplice de tocar “para los de casa”, y también con algún que otro nervio traicionero al principio (cosas del directo), los tres veteranos y sus músicos de apoyo para esta ocasión salieron a por todas. Las cartas estaban sobre la mesa desde el comienzo y no hubo más argumento que las canciones: certeras, inmediatas, de las de estrofa-estribillo y conexión inmediata: todo naturalidad. Tarareables, bailables, para cantar a voz en cuello o para escuchar mientras se mecen los recuerdos, ya forman parte de una memoria colectiva que las hace imbatibles, dejando claro que no caben reparos ni reproches ante unos temas que se mantienen frescos y con lozanía a sus 40 años (un cómputo exacto, todo sea dicho, indica que en realidad han sido 41: la pandemia, ya se sabe, lo ha frenado todo).
Antes, las presentaciones que hicieron la periodista Montse Martínez y el editor discográfico Javier Calzadilla precedieron las palabras de agradecimiento de los tres supervivientes de la formación que grabó aquel disco. Hubo también recuerdo para los fallecidos José Ramón Ordóñez, Adolfo Altable y José Luis Fernández, integrantes de aquella mítica alineación del 81, hoy tristemente fallecidos, y al habitualmente dicharachero Martagón se le quebró la voz al pronunciar un “gracias” por el afecto y el significado que, durante este tiempo, el público ha profesado por estas canciones. El documental refrendó las emociones y anécdotas que trajo la grabación del disco, patentes en casi una hora de testimonios y recuerdos en carrusel, intercalados entre el blanco y negro de viejas fotografías kodak y las grabaciones caseras de conciertos de aquellos años 80, quizá no tan idílicos como ahora se piensa, pero en los que cualquier cosa podía hacerse, decirse o escucharse con cierta tranquilidad. Casi, casi igual que ahora ¿verdad?
Mejor no juzgar el presente hasta que pasen otros cuarenta años. Con el tiempo todo se asienta y todos vamos ubicando el verdadero valor de las cosas. Y puede decirse que aunque no estaban todos, salvo unas pocas ausencias justificadas por “fuerza mayor” (sí: los rockeros también tienen achaques y sinsabores), esa tarde tampoco faltó nadie: músicos en activo y en barbecho, periodistas que dieron fe de aquellos primeros pasos discográficos del grupo y, naturalmente, público, mucho público: del de entonces que nunca faltaba a una actuación o una fiesta, y público del que hoy nunca se pierde un concierto de rock.
Tal vez las actuales “hazañas” (bélicas o no) que copan el actual negocio de la música no tengan que ver con guitarras eléctricas y canciones de tres acordes, pero eso tampoco es malo. Como tampoco lo serán jamás las buenas canciones, las que te hablan al corazón al tiempo que te mueven los pies. Eso fue lo que demostraron los temas de Stukas, y mientras esa combinación de melodía, ritmo y estribillos directos siga brotando con la misma chispa sobre un escenario, tengan ustedes por seguro que el tiempo seguirá deteniéndose durante los tres minutos que dura una canción. Por siempre.
