Presente y futuro del cachopo

Presente y futuro del cachopo

A la chita callando, lo que en principio nació como un simple -aunque contundente- filete de ternera relleno de jamón y queso, se ha covertido en un tótem de la cocina asturiana, al que ya pocos podrán poner pegas o discutir su calidad gastronómica. El cachopo ha recorrido mucho camino en los últimos 30 años y hoy es un punto fuerte del buen comer en Asturias; al punto de que su oferta fuera de las fronteras autonómicas gana presencia y, sobre todo, afición entre comensales de cualquier procedencia. Con este reportaje, nuestro colaborador Javier Llavona nos ofrece su reseña del CachopoDay, iniciativa anual que hace un par de semanas regresó a Oviedo, a fin de mostrar de una tacada las innovaciones y clasicismos a los que este plato sabroso y prestosu se presta. Lo que, ciertamente, no es redundancia, sino puro disfrute alrededor de una mesa.

Texto: Javier Llavona / Fotografía: Guillermo Álvarez

Cada año, entre finales de noviembre y comienzos de diciembre Oviedo se convierte en la capital gastronómica del cachopo. Y en este 2022 el restaurante Las Tablas del Campillín rindió tributo a uno de los platos más característicos de la gastronomía asturiana. Una especie de pistoletazo de salida a las farturas navideñas que están por llegar. Y es que, parafraseando a Sabina: si la inflación parece limitarnos nuestro estilo de vida gastronómico, que al menos nos pille bailando. 

La pieza de culto atrae a locales y visitantes en el restaurante que regenta Juanjo Cima, autor del libro De cachopos y otros platos asturianos (Delallama Editorial). De la mano de Noelia Solla, bloguera gastronómica, CachopoDay se presenta como un refugio donde diferentes personalidades del mundo de la cultura, la prensa, la moda o la gastronomía se reúnen para celebrar el buen yantar alrededor de este plato que, a día de hoy, es un punto fuerte ineludible en cualquier oferta gastronómica que lleve el marchamo del Principado.  

Entre los invitados, habituales nombres como la olímpica Ángela Pumariega o la influencer gastronómica Camila. La oferta de viandas alrededor de la larga mesa del restaurante acogió productos procedentes de todos los rincones del Principado y de fuera de él. Tablas de quesos, sabrosas longanizas de jabalí de Embutidos Jesús Pérez, de Piloña, o la sidra asturiana Denominación de Origen compartieron espacio con productos andaluces como los polvorones de Estepa –con su propia Indicación Geográfica Protegida– o el aceite de oliva virgen extra DOP Sierra Mágina.

Pero todas las miradas recayeron sobre las creaciones de Cima. Su cachopo de queso Cabrales D.O.P es uno de los más consumidos en el restaurante y sorprende a todos aquellos que se acercan a este gastrochigre. Impresionante el cachopo María Luisa, en honor a la gran guisandera mierense, autora del bestseller “El arte de cocinar”. Un homenaje que no podría entenderse si no es entre fogones y que, con su relleno cremoso de champiñones, traslada al comensal a ese paraíso de llar, cocina de carbón y humildad. 

Especialmente arriesgado -carne de Instagram, podría decirse-, el cachopo minero fue una de las recetas estrella de la jornada. No solo por la performance de flashes y cámaras al ser presentado, sino por su oscuro rebozado a base de tinta de calamar. Una creación que, por el ingrediente y por el color, busca hacerse eco a la vez de la mar y de las cuencas mineras, permitiendo entender la conexión que el cocinero ovetense busca lograr entre sus platos y su entorno. Es también el valor de un producto que, pese a las críticas de algunos chefs galácticos como Ferra Adriá –llegó a calificar el cachopo, seguramente sin pensárselo mucho, como una gran croqueta– no es ni simple ni monolítico, consiguiendo entrar en el ideario de ese peculiar patriotismo regional que se vive alrededor de la gastronomía. Grandes platos, muchas veces humildes, que se construyen con los productos del hogar. Sin dejarse llevar por teorías enrevesadas ni por clichés de agencias de comunicación y que vienen a conseguir su cometido: quitar el hambre de un pueblo obrero, trabajador y que sabe lo que quiere. 

Una propuesta, en fin, que anima a festejar que Asturias celebre su gastronomía de forma especial. Y que, al calor de las redes sociales -y alrededor de la mesa, naturalmente- muestre su faceta más cercana dando a conocer un producto que se ya alza entre los emblemas del Principado, le pese a quien le pese. Alzamos nuestra copa por ello y… ¡marchando una de cachopo para todos!

Rafael Alvarez-Balbuena
revistacantabrica@gmail.com