Un cementerio que casi fue enterrado

Un cementerio que casi fue enterrado

El cementerio protestante de Mieres, ubicado en la localidad de Ablaña, es una de esas “rarezas fúnebres” que destacan entre la multitud de camposantos asturianos. Situado en la margen derecha de la carretera N-630, a dos kilómetros de la capital del concejo, llama la atención a primera vista por su colorido, con las tumbas encaladas y rodeado de un muro bajo de ladrillo rojo enlucido. Es su primera peculiaridad pero no la única, puesto que el “cementerio de los franceses” como se conoce popularmente, fue durante décadas el único camposanto cristiano de confesión expresamente no católica que hubo en Asturias.

Esto se explica, entre otras razones, por el origen y la idiosincrasia de quienes yacen allí. Y es que la tierra de Ablaña acoge, entre otras sepulturas, la de Numa Guilhou (1814-1890), fundador de Fábrica de Mieres y uno de los artífices del despegue minero e industrial de Asturias en el siglo XIX. Se trata de una necrópolis de confesión calvinista, ya que esa era la fe de Guilhou y su entorno familiar, y se ubica concretamente en el lugar de La Rebollada, a un kilómetro de la propia Ablaña. A su singular y un tanto fantasmagórico aspecto se añaden otros rasgos poco usuales: su ubicación en una zona apartada, sobre el talud de un monte en pendiente y justo frente al polígono industrial que ocupó en su día la propia Fábrica de Mieres; o su decoración arbórea, que además de hiedras y pequeños acebos, incluye algunas palmeras, otro elemento con simbolismo funerario concreto en esta confesión protestante.

Víctor Guerra, uno de los mayores expertos en ritos de este tipo en Asturias y que ha dedicado gran parte de sus investigaciones a las peculiaridades de los cementerios de carácter civil y vinculados a la masonería, fue de los primeros en destacar tanto la importancia e interés del camposanto como en denunciar el olvido que sufrió durante décadas. Un hecho secular que remite al propio origen de la construcción, puesto que tras rastrear el archivo municipal de Mieres, con escasos resultados al respecto, Guerra aduce que «la construcción y permisos para poder construir un enterramiento fuera de los recintos al uso, de momento, ha sido toda una incógnita». En este sentido, no es descabellado considerar que en un país católico a ultranza como la España de finales del siglo XIX, se considerase procedente ubicar un cementerio de estas características en un lugar discretamente apartado, como lo era La Rebollada en tanto que formaba parte del extrarradio urbano mierense. 

Las pesquisas de Víctor Guerra indican que la construcción del recinto data, como mínimo, de la década de 1860. Así lo confirma el historiador local Ernesto Burgos, señalando que la primera persona que consta como allí enterrada allí fue una mujer escocesa: Elizabeth Perry, fallecida ese mismo 1860 y, a la sazón, esposa de un trabajador de Fabrica de Mieres, Thomas Pool: como él, pertenecía a la iglesia presbiteriana (una variante del calvinismo con especial raigambre en su país de origen). Más tarde fue sepultado Santiago Guilhou, padre de Numa, en 1875; y en lugar preferente, el centro del recinto, fue enterrado el propio Numa en 1890. Pero no debieron ser los primeros, ya que según las investigaciones de Burgos, el cementerio ya constaba alrededor de 1862 como punto de referencia entre los creyentes evangélicos de toda Asturias. Procedentes en su mayoría de Francia, Bélgica y Holanda, en esta fase de la revolución industrial constituían un contingente de población presente en núcleos fabriles y mineros en auge como Gijón o Arnao, mismamente. En todo caso, el enterramiento de Ablaña aporta un aire peculiar y fuera de las coordenadas habituales que se presuponen para un cementerio al uso, dotándole de una sensación irreal y como de novela gótica.

Un olvido atajado a tiempo

Durante muchos años, el cementerio de los franceses fue víctima de una dejadez y abandono que rozaba el olvido más absoluto. La maleza se fue dejando crecer a su aire y, si bien durante los años 80 del siglo XX aún era perfectamente visible desde la carretera, a partir del año 2000 aquello ya estaba prácticamente devorado por la vegetación. La creación de la autovía A66, que unos años antes relegó la vieja carretera general como vía secundaria contribuyó a arrinconar y esconder aún más el cementerio, y el desmantelamiento definitivo de Fábrica de Mieres -amén de la despoblación que padece el concejo de Mieres desde el final de la reconversión industrial- fueron los siguientes capítulos de un olvido que parecía irreversible. Afortunadamente la Asociación Cultural Santa Bárbara emprendió en 2015 unas primeras labores de desbroce y limpieza cuyo resultado desembocó en un plan de recuperación y señalización verdaderamente elogiable: hoy podemos contemplar, limpio de malas hierbas y reconstruidos numerosos desperfectos, el aspecto más o menos original de este curioso cementerio que, pura ironía, iba camino de ser enterrado por la dejadez de los vivos.

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LOS CINCO DATOS 

Localidad y concejo: Lugar de La Rebollada/El Carrilón, concejo de Mieres (Asturias)

Tipología: Cementerio calvinista.

Datación: construido a mitad del siglo XIX, en uso efectivo al menos desde 1860.

Coordenadas geográficas: 43.26647347474305, -5.7923575202721125 Pin GoogleMaps 

Más información: www.mieres.es/turismo/patrimonio

Rafael Alvarez-Balbuena
revistacantabrica@gmail.com